En la era vertiginosa y dinámica de hoy, donde el tiempo apremia y la velocidad es imperativa, sentarse a planificar se vuelve una necesidad fundamental. Lamentablemente, muchas empresas aún no comprenden la importancia de la planificación, considerándola un derroche de tiempo, un lujo que no se pueden permitir en medio del acelerado ritmo diario, y priorizando lo urgente, lo reactivo, estar constantemente apagando incendios y cumpliendo con la tarea en forma rápida, ¿te suena conocido?
Hoy en las organizaciones es fundamental actuar con agilidad, para ello, es necesario tener claridad del por qué y para qué se hacen las cosas, cambiar el foco de lo reactivo a lo proactivo, de lo urgente a lo importante, de la rapidez a lo ágil, de la sobrecarga a la oportunidad, de la tarea al objetivo, de la visión sesgada a la amplia, de la estrategia formulada a la ejecutada efectivamente. Ocurre que “menos del 10% de las estrategias formuladas efectivamente son ejecutadas de forma efectiva y, en la mayoría de los casos, se estima que un 70%, no es por mala estrategia, es por mala ejecución”.
La resistencia al cambio es natural, siendo esencial cultivar la resiliencia. Cuando nos encontramos inmersos en una cultura arraigada, los sesgos y prejuicios inherentes pueden obstaculizar la visión de nuevas formas de pensar y de hacer las cosas. La flexibilidad, adaptabilidad, escucha, empatía, y accountability, cobran un valor relevante a la hora de atreverse a generar un cambio.
Antes de Planificar, es vital realizar un mapeo exhaustivo de la situación actual, evaluar qué aspectos funcionan bien, cuáles necesitan mejoras y qué prácticas negativas deben ser erradicadas. El diagnóstico debe traducirse en una Planificación Estratégica clara, que considere un cuadro de mando integral que involucre cuatro grandes ámbitos: financiero (crecimiento), procesos (excelencia operacional), personas (gestión, desarrollo y retención del talento), clientes (satisfacción y fidelización), y en la actualidad se debería considerar un quinto elemento que es el de innovación, en el que la tecnología ha tomado un rol preponderante para una eficiente gestión de resultados. La clave reside en transformar la Planificación formulada en acciones tangibles, que sean específicas, medibles, alcanzables, relevantes y acotadas en el tiempo, para impulsar el progreso y la mejora continua.
En el dinámico escenario empresarial chileno, el lema «Del papel a la práctica» cobra relevancia, comprender que la verdadera eficacia radica en la implementación efectiva de la estrategia definida. En este contexto, se forja una cultura organizacional que valora la ejecución ágil y adaptativa, donde cada paso planificado se convierte en un movimiento estratégico hacia el éxito empresarial, el desafío no solo reside en la formulación de planes ambiciosos, sino también en la capacidad de traducirlos en acciones concretas que impulsen el crecimiento y la innovación en un mercado que está en constante evolución.
En la Planificación Estratégica, la mayoría de las veces, el ámbito financiero es el de mayor relevancia, pero no debemos olvidar que son las personas quienes impulsan este aspecto. Es esencial cultivar una cultura que valore el liderazgo y el potencial humano, y para lograrlo, hay que fomentar y gestionar a los líderes que deseamos, identificar y retener aquellos talentos que contribuyan al éxito empresarial, trabajar en conjunto para sacar lo mejor de cada persona, y fortalecer una comunicación y coordinación interna efectiva en todas sus direcciones para la consecución de los objetivos.
Por último, la Planificación Estratégica tiene que estar en línea con todos los aspectos clave de la organización, esto implica, revisiones continuas a la Estructura Organizacional y sus Cargos, Gestión de las personas y su Desempeño, Gestión del Cambio, apoyar y acompañar a los líderes con herramientas efectivas para el logro de los resultados sacando el máximo potencial de sus equipos a cargo.
Recurrir y apoyarse en asesores externos especializados puede ser crucial para obtener una perspectiva objetiva y emplear metodologías y herramientas concretas para una buena planificación, que permitan identificar las fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades, y generar planes de acción concretos que apunten a un programa de trabajo integral y a la mejora continua, aspectos que pueden pasar desapercibidos por los equipos directivos, muchas veces, cegados por la rutina o por el exceso de confianza en estrategias tradicionales.